Visitas

2157

viernes, 5 de junio de 2015

La Historia del burro Clavero

la historia del burro Clavero


Erase una vez un burrito muy chiquitín revoltoso y un poco peludo  que solía  estar por  el pueblo de Burrolandia.
Su amo el tío Francisco lo llamaba y el no obedecía porque no quería que lo encerrase en la cuadra. Prefería pasar hambre  a estar encerrado.
Con una buena dosis de paciencia el tío Francisco y su esposa María lograban convencerlo para que volviese a las cuadras.
El Burrito que se llamaba Clavero le gustaba pasear  sobre su lomo a los niños del pueblo.
A veces se montaban hasta cuatro niños a la vez y el daba largos paseos por sus calles empedradas y un tanto empinadas.
El pueblo se llamaba así porque habian muchos burritos que ayudaban a sus amos  en las faenas del campo ya que  era sobre todo agrícola. Los campesinos cultivan de todo tipo de hortalizas y verduras: Tomates, pimientos ,berenjenas coliflores, rábanos etc. También tenían  árboles frutales; naranjos perales ciruelos, melocotoneros  etc y la vida en el pueblo era muy tranquila.
 
Hortalizas de la aldea de Burrolandia
Francisco y María tenían dos hijos  de corta edad  Álvaro Y Nerea.
Nerea levantaba todas las mañanas a su hermano para ir a la escuela ya que sus padres desde muy temprano estaban faenando en el campo. Nerea con solo siete años, se ocupaba de su pequeño hermano que tenía dos años menos que ella.
Tomaban el desayuno que su madre les había preparado: un vaso de leche, una hogaza de pan y un poco de mantequilla.
Nerea tenía pasión por su hermano, lo levantaba, le vestía y  ambos desayunaban juntos en el comedor de la casa junto al fuego de la chimenea que previamente su padre había dejado encendido para que sus hijos no pasaran frío.
Álvaro le gustaba mucho las galletas de chocolate. Era muy goloso .Su madre les daba a sus hijos los domingos algunas procurando que le durasen mucho, pues apenas podía adquirirlas.

El desayuno de Nerea y Álvaro.

La entrega de diplomas al final del curso. Por eso Doña Teresa se ha puesto sus mejores galas.
 
Doña Teresa, maestra de Burrolandia

La maestra que no cumplía los cincuenta y enseñaba a sus alumnos las letras, algo de geografía y normas de urbanidad. También les enseñaba los números, a sumar y restar  a los más pequeños y a multiplicar y dividir al resto.  Los niños la querían mucho pues era amable y cariñosa y sabía cómo tratarlos.
Doña Teresa sentía un cariño especial por el pequeño Álvaro que era uno de  los alumnos más pequeños de los trece que asistían regularmente a la escuela. Álvaro también quería mucho a Doña Teresa al igual que su hermana y el resto de los compañeros. Era invierno en Burrolandia y aquel día nevaba tanto que la escuela permaneció cerrada. Los niños celebraron mucho la nevada jugando en las calles y haciendo monigotes de nieve. Álvaro cogió un resfriado tremendo y por la noche tenía mucha fiebre. Cuando vinieron sus padres, el niño estaba acostado.

Álvaro acostado con fiebre en su cama.

Su hermana lo metió en la cama y lo arropó muy bien mientras le ponía paños de agua fría, pues ella lo había visto hacer a su madre un día que su padre también tuvo mucha fiebre tras un intenso día de trabajo mientras nevaba y Francisco cortaba troncos  para la chimenea.
Llamaron al médico D. Nicolás que visitó al pequeño Álvaro y tras reconocerlo, tranquilizó a la familia .Le mandó un jarabe y dijo que permaneciese en cama durante dos o tres días hasta que le bajase la fiebre. Se trataba de un catarro sin importancia.

D. Nicolás roconociendo a Älvaro
 
 A los tres días Álvaro se restableció y pudo volver a la escuela. Doña Teresa y sus compañeros se alegraron mucho y le hicieron una pequeña fiesta. El niño  volvió ese día a la escuela montado en Clavero junto con su hermana. Los compañeros de colegio disfrutaron de lo lindo con el pequeño burro que aguantaba todas las bromas que los niños le hacían: le tiraban del rabo, se subían sobre su lomo, le hacían trotar y el rebuznaba de placer. La maestra Doña Teresa no tuvo más remedio que permitir que la vuelta de Álvaro al Colegio sano, fuese una fiesta y les consistió todas las diabluras que quisieron hacer.  Los niños mayores se empeñaron en que su maestra se subiese en el lomo de Clavero. Doña Teresa se negó rotundamente, pero ante la gran insistencia, aceptó. Clavero la paseó durante un rato, pero hizo una cabriola y Doña Teresa cayó rodando por el suelo. Menos mal que no se hizo nada. Los niños reían y reían sin parar
Un día Clavero amaneció enfermo en las cuadras de Francisco, no podía levantarse y estaba débil. Los niños acudieron a verle  y lloraban mientras trataban de acariciarlo. De repente Clavero se sintió mejor y como si hubiese pasado un milagro empezó a rebuznar y  a hacer cabriolas y mover el rabo.


Poco a poco recobró todas sus fuerzas y los niños se sintieron muy dichosos, pues temían que Clavero, su mejor amigo les hubiese dejado para siempre.
Burrolandia siguió siendo una aldea alegre y los niños estaban encantados de vivir en ella, sin contaminación, ni fábricas, sino en un ambiente sano donde podían respirar aire puro.
Este cuento se lo dedico a todos los niños de corta edad y en especial a mi primer nieto Álvaro, que espero que cuando sea más mayor y pueda leerlo le guste.
Su abuelo Antonio.
4 de Diciembre de 2014

Es el primero de una serie que pienso escribirle Dios mediante.


No hay comentarios:

Publicar un comentario