Visitas

2162

viernes, 23 de octubre de 2015

12 El bosque de Bolonia

12   El bosque de Bolonia

Tras casi una hora en metro Sara llega al bosque de Bolonia, que está al límite del distrito XVI. Repasando la guía leyó que este bosque es dos veces y media más grande que el Central Park de Nueva York y tres veces mayor que el Hyde Park de Londres. Y además aparecen algunas curiosidades como que  Enrique IV plantó quince mil moreras para establecer una industria sobre la seda. En el bosque podemos encontrar plátanos, bilóbas, hayas,   cedros castaños, olmos ginkgos y plantas exóticas como secoyas. Tiene un hipódromo “Longchamp.”Se inauguró bajo Napoleón III en mil ochocientos sesenta. Cuenta con un jardín de Aclimatación dedicado a la Zoología y a la Botánica. También hay un río encantado para descubrir en barca y animales en granja, tiovivos, aves extraordinarias. Es un lugar ideal para los niños.
Se pasó  buena parte de la mañana recorriendo el bosque. Hacía un día gris, pero no hacía frío. Algunos nubarrones hacían su presencia en el cielo. El sol, nos obsequió con su presencia horas más tarde, pero de forma breve…Los árboles se engalanaron, revistiéndose de la luz que el astro les brindaba y el murmullo de sus hojas cuando las mecía un viento suave que aparecía de tarde en tarde se palpaba en el ambiente.
 El bosque cada vez parecía más bullicioso, estudiantes con los libros bajo el brazo, parejas personas mayores con la compañía correspondiente, hombres en avanzada edad con su periódico en la mano, mujeres con sus mascotas y otros hombres y mujeres solos  y solas  de  edades diversas. Los bancos se iban ocupando  y lo que parecía al principio de la mañana un lugar tranquilo, se iba convirtiendo en un lugar bullicioso y alegre. Las mujeres que llevaban niños se dirigían a los tíos vivos para que los hijos pudiesen disfrutar de su paseo. Las aves y el resto de los animales que habitaban en el bosque hacían de  la delicia de los visitantes, y sobre todo de los niños. Después de caminar durante  casi un par de horas recorriendo todos los lugares más pintorescos del bosque Sara se sentó en un banco, que estaba ocupado en su extremo  por un señor mayor que leía el periódico Le Soir.
Antes de entrar en el bosque, y al salir del metro compró “Le     Monde” pues le habían informado que era uno de los periódicos más objetivos de Francia, a pesar de que su francés era muy precario, trató de leer algo, de comprender lo  fundamental de determinados artículos. Sara.- _”Estuve un rato intentando leer los sucesos más relevantes  y observó como el señor que tenía a mi lado, no dejaba de mirarla de soslayo”.
Sara-“Tuve la impresión de que quería hablar conmigo y efectivamente así fue porque corroboré  que se encontraba tremendamente solo.”Un bonjour, Monsieur -le repliqué en mi francés de la Sorbona, con mal acento.-El anciano me respondió: Bonjour madame. C,est un jour splendide.-Vous n,est pas  francaise.-dijo el anciano. Non  monsieur, je suis  filandesa-le respondi.
Sara-A continuación me hizo una batería de preguntas, a las cuales le respondí gustosamente, en la medida que pude hacerme entender, pues era un hombre de avanzada edad que solo quería conversar y que quizá cuando me marchase no recordaría la mitad de las cosas que hablamos. Su interrogatorio era espontáneo sin malicia. También yo le pregunté si estaba solo  o tenía familia. Me dijo que era viudo y tenía dos hijos: un hijo y una  hija, pero que no vivían en París. Su hijo estaba en Argentina, trabajaba en una multinacional y su hija vivía en Lyon. Tenían una boutique de ropa y solía una vez al mes venir a verlo. El anciano omitió el nombrar a sus hijos por su nombre. No sé, si lo hizo por olvido o a propósito. Su hijo lo llamaba de vez en cuando por teléfono. Vivía  a unos cien kilómetros al Sur de Buenos Aires en una población de unos sesenta mil habitantes llamada Mercedes. Me despedí de  mi compañero de banco sin presentarnos. De todas formas, que importaba el detalle, si quizá no nos volviésemos a ver…
El día había estado sereno durante toda la mañana, pero de pronto un vientecillo pertinaz y frío apareció, hizo cambiar, tornándose  desapacible  el ambiente repentino. Los árboles se retorcían como boas  y algunas de sus hojas se deslizaban por las limpias alamedas poblando  el suelo de una capa de hojarasca multicolor. El viento, cada vez iba ganando en intensidad al tiempo que despoblaba a los visitantes por momentos. Aún así, el bosque se mantenía majestuoso y los rayos de luz que se filtraban a través de sus copas impactaban en el suelo contribuyendo a mantener la claridad suficiente para permanecer en él. Quizá porque  lo había descubierto aquella mañana y era poco tiempo el que había empleado en visitarlo o tal vez porque presentía que sería difícil que volviese, sentí una cierta tristeza, pero pronto mi estado de ánimo cambió pues aún me quedaban algunas cosas relevantes  que ver en París.
Servark conducía la furgoneta de fruta que  habían  cargado entre él y Joe. Esta vez no saldría de Kírkenes, no iría a otras localidades limítrofes. Iba abasteciendo las distintas fruterías de la localidad. Apenas pudo dormir en toda la noche. Las discusiones siempre eran por lo mismo. Nerka le reprochaba a su marido que llevaba una vida monótona y sin ningún aliciente. Todas sus amigas salían con sus maridos los fines de semana a otros lugares, a otras poblaciones y ellos nunca, siempre hacían lo mismo quedarse en Kírkenes. Servark estaba desconcertado, él que se creía un marido modelo, trabajando para que no faltara nada en casa y ella no lo entendía.







No hay comentarios:

Publicar un comentario