6 Visita al Sacre-Coeur
En un
principio tenía la intención de coger el funicular para ascender hasta la
basílica del Sagrado Corazón, pero después pensó que tenía todo el tiempo del mundo
y que no le vendría mal, hacer un poco de ejercicio, subir escaleras y caminar
disfrutando del paisaje tan maravilloso que se rendía ante ella. La basílica
estaba situada en lo alto de la colina de Montmartre. Tardó unos tres cuartos
de hora en llegar y tras descansar unos
minutos y tomar unas fotografías se dispuso a entrar. Su reacción fue de
asombro y entusiasmo al mismo tiempo. La
noche anterior había leído en su guía de París que se trataba de una
construcción decidida por la Asamblea Nacional en memoria de los caídos en la
guerra franco prusiana. Conocía el
nombre del arquitecto Paul, aunque no recordaba el apellido. Se terminó de
construir al final de la Primera Guerra
Mundial con fondos solo de
suscripción popular.
Echó mano a la agenda que solía llevar siempre en
el bolso y leyó que era uno de los
monumentos más visitados de París y que la basílica tiene una cruz griega con
cuatro cúpulas, que el domo central tiene ochenta metros de altura y que en el
ábside una inmensa torre cuadrada hace las veces de campanario que tiene entre
otras la de Savoyarde, una campana de tres metros de diámetro y dieciocho mil
quinientos cincuenta kilos de peso
ofrecida pos la diócesis de Cambery. Además la cripta es una de sus
curiosidades. El estilo romano-bizantino.
Se sentó en un banco contemplando aquella
maravilla y pensaba, en la fuerza del pueblo, era obra de ellos, no necesitaron
ni ayudas de fondos públicos, ni
subvenciones de ningún tipo, su generosidad, su tesón y su perseverancia hizo que el ambicioso
proyecto, se hiciese realidad en tan
solo treinta y nueve años que duraron las obras. El estilo era
romano-bizantino.
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