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viernes, 23 de octubre de 2015

14 Viaje a Ivalo

14   Viaje a Ívalo

Fueron a Ivalo,  una ciudad que se encuentra más allá del Círculo Polar Ártico. Hicieron parte del viaje en trineo, tirado por seis perros haskys. Ívalo siempre ha vivido de la cría del reno. En invierno tienen la nieve y en verano una exuberante vegetación, es una naturaleza salvaje, sin olvidarnos del Sol de Medianoche. Las temperaturas ascendían hasta los veinte grados bajo  cero.
No lo pasamos fenomenalmente, y nos divertimos de lo lindo. Pescamos en agujeros de los ríos helados salmones y algún arenque. Más tarde visitamos  a Rovaniemi que es una población que ronda los cuarenta mil  habitantes donde es Navidad en cualquier estación del año, es la patria de Santa Claus. Le hicimos la visita y fue muy divertido.
Nerka estaba muy contenta  y disfrutó mucho del viaje .Era normal se trataba de una mujer joven que no había salido de Kírkenes nunca,  a pesar  de que en multitud de ocasiones se lo había suplicado a su marido. Servak no le gustaba viajar, en eso se parecía a su padre. La verdad es que en ese aspecto, estaban suegra y nuera  muy identificadas. Nerka también se encontraba en cierto modo arropada por mi y en su semblante se leía su agradecimiento. Durante el viaje no paraba de reír y siempre estaba de buen humor. Una de las comidas que más nos gustó fue el “loimulohi,” que en realidad no es otra cosa que el salmón a la llama.
Se prepara abierto por la mitad, sujeto a una tabla con clavos de madera Se coloca a unos  treinta centímetros. En la lumbre tenía un sabor exquisito Nos lo sirvieron acompañado de patatas y ensalada, en el mismo plato. Cuando acabamos, pedimos la receta e hicimos saber al camarero que nos había gustado muchísimo. Aproveché     los días que estuvimos juntas para hablarle de Paris de una manera más minuciosa que lo hice cuando regresé. A raíz del viaje contrajimos una gran complicidad, no parecíamos suegra y nuera sino dos buenas amigas. Pienso que esta complicidad no era gratuita, las dos habíamos sufrido  la muerte del marido y en cierto modo nuestras vidas con nuestros respectivos maridos habían sido muy parecidas. Habían sido buenos esposos, trabajadores, hombres honrados pero incapaces de permitirse nada extraordinario, tanto a Milko como a Servak no les gustó salir de fiesta y mucho menos hacer un viaje. Nos amaron pero no supieron hacernos dichosas, empatizar con nosotras. Volvimos a Kírkenes y el pueblo estaba conmocionado.





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