14 Viaje a Ívalo
Fueron a Ivalo, una ciudad que se encuentra más allá del
Círculo Polar Ártico. Hicieron parte
del viaje en trineo, tirado por seis perros haskys. Ívalo siempre ha vivido de
la cría del reno. En invierno tienen la nieve y en verano una exuberante
vegetación, es una naturaleza salvaje, sin olvidarnos del Sol de Medianoche. Las
temperaturas ascendían hasta los veinte grados bajo cero.
No lo pasamos fenomenalmente, y nos divertimos de
lo lindo. Pescamos en agujeros de los ríos helados salmones y algún arenque. Más
tarde visitamos a Rovaniemi que es una
población que ronda los cuarenta mil habitantes donde es Navidad en cualquier
estación del año, es la patria de Santa Claus. Le hicimos la visita y fue muy
divertido.
Nerka estaba muy contenta y disfrutó mucho del viaje .Era normal se
trataba de una mujer joven que no había salido de Kírkenes nunca, a pesar
de que en multitud de ocasiones se lo había suplicado a su marido. Servak
no le gustaba viajar, en eso se parecía a su padre. La verdad es que en ese
aspecto, estaban suegra y nuera muy
identificadas. Nerka también se encontraba en cierto modo arropada por mi y en
su semblante se leía su agradecimiento. Durante el viaje no paraba de reír y
siempre estaba de buen humor. Una de las comidas que más nos gustó fue el
“loimulohi,” que en realidad no es otra cosa que el salmón a la llama.
Se prepara abierto por la mitad, sujeto a una
tabla con clavos de madera Se coloca a unos
treinta centímetros. En la lumbre tenía un sabor exquisito Nos lo
sirvieron acompañado de patatas y ensalada, en el mismo plato. Cuando acabamos,
pedimos la receta e hicimos saber al camarero que nos había gustado muchísimo. Aproveché los
días que estuvimos juntas para hablarle de Paris de una manera más minuciosa
que lo hice cuando regresé. A raíz del viaje contrajimos una gran complicidad,
no parecíamos suegra y nuera sino dos buenas amigas. Pienso que esta
complicidad no era gratuita, las dos habíamos sufrido la muerte del marido y en cierto modo
nuestras vidas con nuestros respectivos maridos habían sido muy parecidas. Habían
sido buenos esposos, trabajadores, hombres honrados pero incapaces de
permitirse nada extraordinario, tanto a Milko como a Servak no les gustó salir
de fiesta y mucho menos hacer un viaje. Nos amaron pero no supieron hacernos
dichosas, empatizar con nosotras. Volvimos a Kírkenes y el pueblo estaba
conmocionado.
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