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jueves, 22 de octubre de 2015

PARIS

3 París

 Durante el vuelo comenzó a pensar en la ciudad que iba a visitar. Desde Kírkenes había reservado un hotel céntrico, cerca de los campos Elíseos ya que se había decantado por París.
Se  trataba del hotel De Castiglione, en la rue de Saint Honoré. El hotel era bastante confortable. Sara deshizo la maleta y colocó cuidadosamente la ropa en las perchas y en los estantes del armario. En el último estante colocó los zapatos y zapatillas. La habitación era bastante amplia. Tenía un vestidor. Una mesa en el centro de la habitación. La cama era inmensa, con un cabezal de madera muy barroco. Tenía varios puntos de luz que se desprendían del techo iluminando la habitación por zonas. Dos mesillas a ambos lados de la cama y una mesita con el teléfono. Grandes ventanales te brindaban la oportunidad de vislumbrar el selecto ambiente de la zona.
El baño era grande y confortable, con el alicatado en blanco excepto algunos azulejos aludían los principales monumentos de Paris, pero en tonos muy suaves y discretos.
 Era una zona  elegante donde proliferan  las boutiques de diseño, boutiques de las que aprovechó Sara para renovar vestuario. Se compró dos vestidos y una chaqueta. También adquirió un bolso y unos zapatos.
Desde la habitación del hotel telefoneo a sus hijos comunicándoles que estaba en París  y les facilitó la dirección y el teléfono del hotel.
Cuando pensara cambiar de lugar  se los notificaría. Tumbada en la cama, cerró los ojos y por unos instantes pensó si no sería una locura su viaje sin rumbo y sin compañía alguna y sin ningún objetivo predeterminado excepto  que el romper con su vida en Kírkenes, por lo menos por una temporada, dejar de ver a las mismas personas, de presidir los mismos actos y asistir a los mismos eventos. Estaba algo cansada del viaje y decidió no salir esa noche. Pidió que le sirvieran una cena caliente, alguna sopa de pescado y algo de fruta.
Sara no había estado nunca en París.  A Milko, no le gustó viajar y Sara tampoco lo persuadió nunca para hacerlo  mientras vivía .A su marido no solo, no le gustaba  viajar, sino que  no le encontraba ningún  sentido,  sin embargo a Sara le ilusionaba hacer un viaje a Paris, recabó información sobre la ciudad pero sus pretensiones fueron vanas mientras vivió Milko.
Milko había sido el marido con el que compartió su vida, y el que la hizo feliz a su manera .Era muy cariñoso con Sara,  trabajador y muy complaciente, pero a la hora de viajar siempre se resistió  a moverse de su ciudad.
Ahora tenía la oportunidad de emplear la información sobre Paris, había señalado los lugares más interesantes a visitar, museos, restaurantes, teatros y otros lugares de interés. Viajaría en le bateau- mousse, sobre el Sena, visitaría Notre –Dame, L´Opera, le Sacré Coeur, la Tour-Eiffel,  el Louvre Les Invalides, El Panteón, Pasearía por el barrio latino así como por el Jardín de Luxemburgo contemplando las plantas y el majestuoso palacio que alberga.
Estaba contenta porque iba a realizar uno de mis sueños que era conocer una ciudad maravillosa, única y grandiosa.
No me importaba viajar sola, no compartir con alguien las sensaciones que a cada momento iba experimentando
Creía que la vida y el destino  me habían deparado esta situación y tenía que aprovecharla. También pensaba que si Milko hubiese vivido y le hubiese acompañado habría sido por complacerme y no porque él lo hubiese deseado aunque también pienso que una ciudad como Paris no es ajena a nadie, ni siquiera hubiese sido a mi difunto marido, a  mi hogareño Milko.
La sombra de Milko estaba presente en todo momento  a cada instante en la mente de Sara. A las nueve en punto me sirvieron el desayuno como yo había pedido la noche anterior. El café caliente le reconfortó. También tomó unas tostadas y algo de fruta.
Se vistió un tanto informal con intención de recorrer la ciudad a través de la red de autobuses, para hacer un reconocimiento previo y decidir el plan del día  de forma más concreta.
Eran las diez de la mañana, una neblina cubría la ciudad, apenas podías divisar a los viandantes, pero a medida que avanzaba la mañana se iba dispersando y el ambiente era más nítido. Una brisa suave le acariciaba el rostro .Cambió de opinión  y  no cogió ningún autobús, prefirió andar y deambular por calles y plazas Estaba cerca del museo Rodin  y decidió entrar.
Era pequeño pero muy acogedor .Estuvo unos minutos contemplando la figura del Pensador que presidía un pequeño jardín en uno de los patios del museo. Era la figura más emblemática del museo y le fascinó.  Cuando salió se consideró una persona distinta, pues jamás había visitado un museo, excepto en Kírkenes  que si había ido con su madre, al de muñecas que hay en la ciudad. También le atrajo otra obra de  Rodín: El beso. 
La guía del museo dijo que era una de las obras más importantes después del pensador. Supo que este museo fue un primitivo hotel, llamado el hotel Biron y que Rodin donó todas sus colecciones, sus esculturas dibujos  e incluso su propiedad de Meudon.
En este museo habian  mármoles, bronces, terracotas, cerámicas y diseños de Rodin junto con otras obras de artistas como Claudel, Renoir, o Van Gogh 
El museo era de estilo neoclásico. Con todos estos datos que había recopilado, le hicieron sentirse más importante,  y además pensó que era el momento único  de visitar otros museos y otros lugares de interés porque lo que había visto hasta ahora  le había parecido impresionante.
Siempre se había imaginado Paris una gran ciudad pero la realidad y lo que podía contemplar día a día superaba sus expectativas.
Salió del museo Rodin y entró en un café, pensó que le reanimaría y descansaría un poco. Mientras le servían pasé a la cabina telefónica del local y telefoneé a Joe, su pequeño Joe. Hablaron un buen rato. El, era tan bueno que estaba contento de que yo estuviese en la ciudad de mis sueños. Me dijo que no me preocupara por él, que estaba muy bien y todos los días iba a comer con su hermano Servak y su esposa Nerka.
A Servak lo llamaría más tarde, cuando llegase al hotel y supiera que iba a estar en casa. Era una ventaja saber que estaban en la misma franja horaria.
Joe, se ocupaba de la venta de fruta al público y Servak de traerla por la mañana temprano de la lonja y después del reparto a otras localidades limítrofes, según los encargos.
Nerka ayudaba a Joe en las horas más críticas. Nerka era una mujer estupenda que animaba a Joe en sus momentos bajos. Joe la quería mucho y además le encantaban los pasteles de queso que elaboraba. A veces Nerka se atormentaba así misma pues  sentía cierta admiración por su  cuñado que era un muchacho muy noble y trabajador, pero demasiado abnegado por su edad, ya que apenas salía de casa y no tenía apenas la oportunidad de conocer a chicas de su edad con quienes poder salir y divertirse.
Servak nunca tuvo detalles con Nerka, su esposa, apenas la consideraba, jamás iba con ella a ningún sitio ni siquiera al baile del Círculo los sábados como si lo hacían otros maridos con sus mujeres baile por el que Nerka le ilusionaba mucho  y hubiese dado cualquier cosa  poder asistir.
Tampoco recibía ningún regalo por su cumpleaños, ni siquiera en ningún día de los señalados  en el transcurso del año.
Servak era muy extraño, consideraba que esos detalles eran pamplinas y en cuanto al baile pensaba que solo iban los señoritos  y desocupados. Además era bastante celoso y no hubiese consentido en el baile hacer un cambio de pareja y que su mujer bailase con otro. Por tanto que no le hablasen de baile porque  se desconcertaba, se salía de sus casillas, comenzaba a gritar y lanzar insultos y rompía todo lo que estaba a su alcance. Era bastante primario.
Sin embargo  era   muy bueno con su esposa, procuraba que no le faltase de nada, pero no le daba importancia a las apetencias de ella
Sara tras tomar el café y hacer su llamada se levantó, y tras dejar el cambio de propina salió del local en dirección al metro. La estación de Varennes era la más cercana. Anduvo unos minutos y se introdujo en la estación. En la cafetería había pensado dirigirse a Notre-Dame. Le apetecía no solo por visitarla sino por permanecer largo rato ordenando sus ideas y sobre todo tratar de encontrar un sentido a su viaje.
Se acordaba de Milko, a cada instante, le echaba de menos, pues había estado profundamente enamorada, pensaba que si estuviese a su lado, el viaje sería distinto. Ella le hubiese enseñado a saborear la ciudad  hubiesen ido a cenar, hubiesen caminado por calles y bulevares, parque y jardines, hubiesen visitado museos y otros lugares de interés y sobre todo le hubiese hecho compañía, algo que necesitaba, algo que añoraba  algo que no quería pensar.
Sara había quedado viuda hacia poco más de un año y había querido mucho a su marido había renunciado a sus padres por él y ahora se sentía sola.
Si, muy sola. Milko le había dado dos hijos: Servak y Joe.  Eran buenos hijos pero los hijos no reemplazan la vida de un marido que había luchado por ella y por su familia para que tuviesen un bienestar y para que no les faltase de nada. Inmersa en estos pensamientos, los ojos se cubrieron de lágrimas, lágrimas que se adueñaron de sus mejillas enjugándolas en un pañuelo.
Su pensamiento cambió de rumbo en el metro viendo a una pareja de jóvenes tocar la guitarra y cantar para todos los viajeros del tren.
 La chica era muy joven, pelirroja con los cabellos largos en trenzas y unos hermosos ojos verdes. Iba vestida con  un vestido naranja, con pliegues, un foulard lila y sandalias de cuero. También llevaba una mochila de tela al hombro. A pesar de su desaliño se le veía hermosa, y sobre todo  feliz. Iba con su pareja un chico  de más edad que ella, con vaqueros negros y camiseta azul. El pelo largo pero enredado y algo sucio. El chico mostraba un semblante serio. Al final de su actuación, pasaron la gorra y recogieron algunas monedas .Su actuación se repetía de vagón en vagón.
Sara.-“Me acordé de mis hijos  y comparándolos con estos jóvenes bohemios pensaba que planteamiento de vida tan distinto de unos y de otros. Mis hijos trabajando duro día tras día, en cambio, estos chicos del metro se conformaban con vivir al día con unos cuantos francos para subsistir.
Cuando los chicos  bajaron del metro,  pensé, una pareja feliz,  sin medios, pero feliz, con amor. Yo, en cambio disponía de medios, me alojaba en un buen hotel pero me encontraba sola, muy sola, con mis recuerdos con el recuerdo de mi marido que echaba de menos por momentos, sobre todo cuando regresaba al hotel.  Comía sola y dormía sola noche tras noche sin más consuelo que los recuerdos en que Milko años atrás  cuando me tomaba ardientemente en nuestra alcoba  y me hacía sentirme plenamente satisfecha”.


Pasaron los años y nada era igual que al principio. La voluptuosidad y la pasión se fueron apagando y solo permaneció el compromiso estricto de un amor que aún permaneció pero que languidecía por momentos y se mantuvo en una situación crítica hasta su muerte.
Milko fue un hombre maravilloso en todos los aspectos que una mujer puede desear, pero sucedió algo inesperado dos años antes de su fallecimiento.
. En la cafetería, antes de salir,  había pensado dirigirse a Notre-Dame. Le apetecía no solo por visitarla sino por permanecer largo rato ordenando sus ideas y sobre todo tratar de encontrar un sentido a su viaje.
Milko fue un marido maravilloso  en todos los aspectos que una mujer pueda desear, pero sucedió algo unos dos años antes de su fallecimiento.








4 La  traición


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