3 París
Durante el
vuelo comenzó a pensar en la ciudad que iba a visitar. Desde Kírkenes había
reservado un hotel céntrico, cerca de los campos Elíseos ya que se había
decantado por París.
Se trataba
del hotel De Castiglione, en la rue de Saint Honoré. El hotel era bastante
confortable. Sara deshizo la maleta y colocó cuidadosamente la ropa en las
perchas y en los estantes del armario. En el último estante colocó los zapatos
y zapatillas. La habitación era bastante amplia. Tenía un vestidor. Una mesa en
el centro de la habitación. La cama era inmensa, con un cabezal de madera muy
barroco. Tenía varios puntos de luz que se desprendían del techo iluminando la
habitación por zonas. Dos mesillas a ambos lados de la cama y una mesita con el
teléfono. Grandes ventanales te brindaban la oportunidad de vislumbrar el
selecto ambiente de la zona.
El baño era grande y confortable, con el
alicatado en blanco excepto algunos azulejos aludían los principales monumentos
de Paris, pero en tonos muy suaves y discretos.
Era una
zona elegante donde proliferan las boutiques de diseño, boutiques de las que
aprovechó Sara para renovar vestuario. Se compró dos vestidos y una chaqueta.
También adquirió un bolso y unos zapatos.
Desde la habitación del hotel telefoneo a sus
hijos comunicándoles que estaba en París y les facilitó la dirección y el teléfono del
hotel.
Cuando pensara cambiar de lugar se los notificaría. Tumbada en la cama, cerró
los ojos y por unos instantes pensó si no sería una locura su viaje sin rumbo y
sin compañía alguna y sin ningún objetivo predeterminado excepto que el romper con su vida en Kírkenes, por lo
menos por una temporada, dejar de ver a las mismas personas, de presidir los
mismos actos y asistir a los mismos eventos. Estaba algo cansada del viaje y
decidió no salir esa noche. Pidió que le sirvieran una cena caliente, alguna
sopa de pescado y algo de fruta.
Sara no había estado nunca en París. A Milko, no le gustó viajar y Sara tampoco lo
persuadió nunca para hacerlo mientras
vivía .A su marido no solo, no le gustaba
viajar, sino que no le encontraba
ningún sentido, sin embargo a Sara le ilusionaba hacer un
viaje a Paris, recabó información sobre la ciudad pero sus pretensiones fueron
vanas mientras vivió Milko.
Milko había sido el marido con el que compartió
su vida, y el que la hizo feliz a su manera .Era muy cariñoso con Sara, trabajador y muy complaciente, pero a la hora
de viajar siempre se resistió a moverse
de su ciudad.
Ahora tenía la oportunidad de emplear la
información sobre Paris, había señalado los lugares más interesantes a visitar,
museos, restaurantes, teatros y otros lugares de interés. Viajaría en le
bateau- mousse, sobre el Sena, visitaría Notre –Dame, L´Opera, le Sacré Coeur,
la Tour-Eiffel, el Louvre Les Invalides,
El Panteón, Pasearía por el barrio latino así como por el Jardín de Luxemburgo
contemplando las plantas y el majestuoso palacio que alberga.
Estaba contenta porque iba a realizar uno de mis
sueños que era conocer una ciudad maravillosa, única y grandiosa.
No me importaba viajar sola, no compartir con
alguien las sensaciones que a cada momento iba experimentando
Creía que la vida y el destino me habían deparado esta situación y tenía que
aprovecharla. También pensaba que si Milko hubiese vivido y le hubiese
acompañado habría sido por complacerme y no porque él lo hubiese deseado aunque
también pienso que una ciudad como Paris no es ajena a nadie, ni siquiera
hubiese sido a mi difunto marido, a mi
hogareño Milko.
La sombra de Milko estaba presente en todo
momento a cada instante en la mente de
Sara. A las nueve en punto me sirvieron el desayuno como yo había pedido la
noche anterior. El café caliente le reconfortó. También tomó unas tostadas y
algo de fruta.
Se vistió un tanto informal con intención de
recorrer la ciudad a través de la red de autobuses, para hacer un reconocimiento
previo y decidir el plan del día de
forma más concreta.
Eran las diez de la mañana, una neblina cubría la
ciudad, apenas podías divisar a los viandantes, pero a medida que avanzaba la
mañana se iba dispersando y el ambiente era más nítido. Una brisa suave le
acariciaba el rostro .Cambió de opinión
y no cogió ningún autobús, prefirió
andar y deambular por calles y plazas Estaba cerca del museo Rodin y decidió entrar.
Era pequeño pero muy acogedor .Estuvo unos
minutos contemplando la figura del Pensador que presidía un pequeño jardín en
uno de los patios del museo. Era la figura más emblemática del museo y le
fascinó. Cuando salió se consideró una
persona distinta, pues jamás había visitado un museo, excepto en Kírkenes que si había ido con su madre, al de muñecas
que hay en la ciudad. También le atrajo otra obra de Rodín: El beso.
La guía del museo dijo que era una de las obras
más importantes después del pensador. Supo que este museo fue un primitivo
hotel, llamado el hotel Biron y que Rodin donó todas sus colecciones, sus
esculturas dibujos e incluso su
propiedad de Meudon.
En este museo habian mármoles, bronces, terracotas, cerámicas y
diseños de Rodin junto con otras obras de artistas como Claudel, Renoir, o Van
Gogh
El museo era de estilo neoclásico. Con todos
estos datos que había recopilado, le hicieron sentirse más importante, y además pensó que era el momento único de visitar otros museos y otros lugares de
interés porque lo que había visto hasta ahora
le había parecido impresionante.
Siempre se había imaginado Paris una gran ciudad
pero la realidad y lo que podía contemplar día a día superaba sus expectativas.
Salió del museo Rodin y entró en un café, pensó
que le reanimaría y descansaría un poco. Mientras le servían pasé a la cabina
telefónica del local y telefoneé a Joe, su pequeño Joe. Hablaron un buen rato.
El, era tan bueno que estaba contento de que yo estuviese en la ciudad de mis
sueños. Me dijo que no me preocupara por él, que estaba muy bien y todos los
días iba a comer con su hermano Servak y su esposa Nerka.
A Servak lo llamaría más tarde, cuando llegase al
hotel y supiera que iba a estar en casa. Era una ventaja saber que estaban en
la misma franja horaria.
Joe, se ocupaba de la venta de fruta al público y
Servak de traerla por la mañana temprano de la lonja y después del reparto a
otras localidades limítrofes, según los encargos.
Nerka ayudaba a Joe en las horas más críticas.
Nerka era una mujer estupenda que animaba a Joe en sus momentos bajos. Joe la
quería mucho y además le encantaban los pasteles de queso que elaboraba. A
veces Nerka se atormentaba así misma pues
sentía cierta admiración por su
cuñado que era un muchacho muy noble y trabajador, pero demasiado
abnegado por su edad, ya que apenas salía de casa y no tenía apenas la
oportunidad de conocer a chicas de su edad con quienes poder salir y
divertirse.
Servak nunca tuvo detalles con Nerka, su esposa, apenas
la consideraba, jamás iba con ella a ningún sitio ni siquiera al baile del
Círculo los sábados como si lo hacían otros maridos con sus mujeres baile por
el que Nerka le ilusionaba mucho y
hubiese dado cualquier cosa poder asistir.
Tampoco recibía ningún regalo por su cumpleaños,
ni siquiera en ningún día de los señalados
en el transcurso del año.
Servak era muy extraño, consideraba que esos
detalles eran pamplinas y en cuanto al baile pensaba que solo iban los
señoritos y desocupados. Además era
bastante celoso y no hubiese consentido en el baile hacer un cambio de pareja y
que su mujer bailase con otro. Por tanto que no le hablasen de baile
porque se desconcertaba, se salía de sus
casillas, comenzaba a gritar y lanzar insultos y rompía todo lo que estaba a su
alcance. Era bastante primario.
Sin embargo
era muy bueno con su esposa,
procuraba que no le faltase de nada, pero no le daba importancia a las
apetencias de ella
Sara tras tomar el café y hacer su llamada se
levantó, y tras dejar el cambio de propina salió del local en dirección al
metro. La estación de Varennes era la más cercana. Anduvo unos minutos y se
introdujo en la estación. En la cafetería había pensado dirigirse a Notre-Dame.
Le apetecía no solo por visitarla sino por permanecer largo rato ordenando sus
ideas y sobre todo tratar de encontrar un sentido a su viaje.
Se acordaba de Milko, a cada instante, le echaba
de menos, pues había estado profundamente enamorada, pensaba que si estuviese a
su lado, el viaje sería distinto. Ella le hubiese enseñado a saborear la
ciudad hubiesen ido a cenar, hubiesen
caminado por calles y bulevares, parque y jardines, hubiesen visitado museos y
otros lugares de interés y sobre todo le hubiese hecho compañía, algo que
necesitaba, algo que añoraba algo que no
quería pensar.
Sara había quedado viuda hacia poco más de un año
y había querido mucho a su marido había renunciado a sus padres por él y ahora
se sentía sola.
Si, muy sola. Milko le había dado dos hijos:
Servak y Joe. Eran buenos hijos pero los
hijos no reemplazan la vida de un marido que había luchado por ella y por su
familia para que tuviesen un bienestar y para que no les faltase de nada. Inmersa
en estos pensamientos, los ojos se cubrieron de lágrimas, lágrimas que se
adueñaron de sus mejillas enjugándolas en un pañuelo.
Su pensamiento cambió de rumbo en el metro viendo
a una pareja de jóvenes tocar la guitarra y cantar para todos los viajeros del
tren.
La chica
era muy joven, pelirroja con los cabellos largos en trenzas y unos hermosos
ojos verdes. Iba vestida con un vestido
naranja, con pliegues, un foulard lila y sandalias de cuero. También llevaba
una mochila de tela al hombro. A pesar de su desaliño se le veía hermosa, y
sobre todo feliz. Iba con su pareja un
chico de más edad que ella, con vaqueros
negros y camiseta azul. El pelo largo pero enredado y algo sucio. El chico
mostraba un semblante serio. Al final de su actuación, pasaron la gorra y
recogieron algunas monedas .Su actuación se repetía de vagón en vagón.
Sara.-“Me acordé de mis hijos y comparándolos con estos jóvenes bohemios
pensaba que planteamiento de vida tan distinto de unos y de otros. Mis hijos
trabajando duro día tras día, en cambio, estos chicos del metro se conformaban
con vivir al día con unos cuantos francos para subsistir.
Cuando los chicos bajaron del metro, pensé, una pareja feliz, sin medios, pero feliz, con amor. Yo, en
cambio disponía de medios, me alojaba en un buen hotel pero me encontraba sola,
muy sola, con mis recuerdos con el recuerdo de mi marido que echaba de menos
por momentos, sobre todo cuando regresaba al hotel. Comía sola y dormía sola noche tras noche sin
más consuelo que los recuerdos en que Milko años atrás cuando me tomaba ardientemente en nuestra
alcoba y me hacía sentirme plenamente
satisfecha”.
Pasaron los años y nada era igual que al
principio. La voluptuosidad y la pasión se fueron apagando y solo permaneció el
compromiso estricto de un amor que aún permaneció pero que languidecía por momentos
y se mantuvo en una situación crítica hasta su muerte.
Milko fue un hombre maravilloso en todos los
aspectos que una mujer puede desear, pero sucedió algo inesperado dos años
antes de su fallecimiento.
. En la cafetería, antes de salir, había pensado dirigirse a Notre-Dame. Le
apetecía no solo por visitarla sino por permanecer largo rato ordenando sus
ideas y sobre todo tratar de encontrar un sentido a su viaje.
Milko fue un marido maravilloso en todos los aspectos que una mujer pueda desear,
pero sucedió algo unos dos años antes de su fallecimiento.
4 La traición
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